Por Esteban García y Carlos Sánchez, autores de Diseñar decisiones.
Todos hemos vivido esto: abres una web y no sabes por dónde empezar. Te registras en una app… y la abandonas al minuto. O intentas hacer una gestión online y acabas pensando: “¿por qué tiene que ser tan complicado?”.
Nada de eso ocurre por casualidad. Detrás de cada clic, cada mensaje o cada botón, hay una decisión que alguien diseñó… o que nadie diseñó. Y ahí está el problema: la mayoría de las veces no fallamos por falta de interés, sino porque el entorno no ayuda.
El diseño de decisiones —esa mezcla de psicología, economía y sentido común— busca justamente lo contrario: hacer que elegir bien sea más fácil. Aquí tienes siete ideas sencillas para entender cómo funciona tu cerebro cuando decides… y cómo usarlo a favor de mejores experiencias, tanto digitales como cotidianas.
1. Diseña para cómo piensa la gente, no para cómo crees que piensa
No tomamos decisiones procesando toda la información como si fuéramos ordenadores; decidimos con atajos, impulsos y emociones. Por eso, una interfaz visualmente impecable puede fracasar si exige demasiada atención o genera dudas.
Haz que el recorrido sea obvio, que las opciones se entiendan en segundos y que la elección correcta parezca la más natural. Un buen diseño no solo se ve bien: se entiende sin esfuerzo.
2. Crea entornos que faciliten, no que fuercen
Un buen diseño no fuerza: acompaña. Reduce clics, anticipa pasos, elimina fricciones invisibles. Si una acción deseada requiere esfuerzo extra, el cerebro buscará una salida más cómoda. Diseñar decisiones es hacer que la mejor opción sea también la más fácil.
3. Activa la prueba social
Nada influye más que saber lo que otros ya han hecho. Mostrar cuántos usuarios eligieron una opción o destacarla como “recomendada” crea una norma implícita que impulsa la acción. No es manipulación: es el reflejo de cómo decidimos los humanos.
4. Cuida el momento de la decisión
El cuándo es tan importante como el qué. El mismo mensaje puede inspirar o pasar desapercibido según la hora, el canal o el estado emocional del usuario. Enviar un recordatorio después de un logro o una interacción positiva puede duplicar su efecto. Diseñar decisiones también es diseñar el timing.
5. Diseña con emociones (porque son el motor de la acción)
El miedo, la curiosidad o la sensación de pertenencia pueden impulsar más que cualquier argumento racional. Usa mensajes empáticos, imágenes que conecten y microinteracciones que refuercen la sensación de logro. Como decía Antonio Damasio: «No hay decisión sin emoción».
6. Antes de motivar, elimina fricciones
Cuando algo no funciona, solemos pensar que falta motivación. Pero la mayoría de las veces sobran obstáculos. Formularios largos, pasos redundantes, textos ambiguos… Pequeñas fricciones que, sumadas, frenan decisiones valiosas. Quitar peso es, a menudo, más eficaz que añadir incentivos.
7. Mide decisiones, no solo percepciones
No basta con preguntar si la experiencia “gustó”. Lo que realmente importa es si generó acción: clics, registros, renovaciones, participación. Medir comportamientos reales te da una brújula más fiable que cualquier encuesta. Lo que se mide bien, se puede mejorar bien.
Conclusión
Diseñar experiencias es importante. Pero diseñar decisiones es lo que las hace funcionar.
Cuando comprendes cómo el contexto guía la elección, puedes crear productos, mensajes y servicios que fluyen con el comportamiento humano, no contra él.
Esa es precisamente la idea central de Diseñar Decisiones (LID Editorial), un libro que explora cómo aplicar la ciencia del comportamiento para transformar la manera en que tomamos —y facilitamos— decisiones en empresas, equipos y vida cotidiana.
Diseñar decisiones propone una mirada práctica y humana al comportamiento: cómo entenderlo, rediseñarlo y, sobre todo, ponerlo al servicio de decisiones más efectivas, éticas y humanas.
Porque, al final, el mejor diseño no convence: facilita que la gente elija bien. |
Carlos Sánchez
Esteban García
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