Madrid no crece por inercia ni por milagro. Lo hace porque ha entendido que el desarrollo sostenido no se improvisa: se construye. Y no se impone: se logra día a día. A diferencia de otros territorios que han fiado su progreso al relato o a las subvenciones, Madrid ha tejido un modelo basado en la acción, la apertura, la colaboración y la ambición tranquila.

Todo esto confluye en algo que yo quiero creer —y lo detecto cada dos por tres— que es un state of mind, si se me permite el anglicismo. Una manera de entender la vida muy común entre las personas, las empresas y los gobernantes locales.

En un país de pulsiones pendulares, la región ha conseguido una mezcla singular de libertad económica, cohesión metropolitana y calidad de vida. ¿Cuál es el secreto? No hay uno solo. Hay varias grandes claves que lo explican... y 18 megactivos que sirven de reflejo.

Madrid ha invertido en conectividad física como pocos. Metro, Cercanías, AVE, M-50, aeropuerto internacional… No se trata solo de moverse: se trata de hacerlo con eficacia, rapidez y confianza. Esto no solo mejora la vida diaria: crea un entorno logístico y productivo que permite a empresas y profesionales funcionar con fluidez.

La región ha defendido una política fiscal razonable, más amable con el ahorro y la inversión. Bajos impuestos en Patrimonio y Sucesiones, tramos más ligeros en el IRPF. Esto no ha vaciado las arcas públicas: ha atraído bases imponibles, actividad y capital humano. No es dumping, es visión. Por supuesto, no se han inventado impuestos autonómicos. Además, hay libertad de horarios comerciales.

La colaboración público-privada es excepcional. Madrid no idolatra lo público ni demoniza lo privado. Lo que funciona, se apoya. Grandes proyectos como Madrid Nuevo Norte o Valdebebas nacen del entendimiento entre administraciones, inversores, ingenierías y operadores. No hay alergia al beneficio empresarial, que siempre genera valor colectivo, aunque no se quiera ver.

Esa lógica no se limita al urbanismo o a las infraestructuras: también se aplica en sectores esenciales como la sanidad, donde conviven modelos de gestión directa y concertada con eficacia probada. La Fundación Jiménez Díaz —referente nacional— es un ejemplo concreto de cómo lo público y lo privado pueden colaborar sin fricciones, generando confianza, calidad asistencial y reconocimiento social.

El transporte público de Madrid está entre los mejores de Europa. Metro, autobuses, Cercanías y nuevas formas de micromovilidad permiten un uso intensivo de la ciudad sin colapso. Vivir sin coche es posible. Y vivir con coche, también.

En un país acostumbrado a sobresaltos, Madrid ofrece algo cada vez más escaso: continuidad. Cambian los gobiernos, pero no el marco de juego. Las reglas no se reescriben cada cuatro años. Eso genera confianza y baja la prima de incertidumbre. La seguridad ciudadana, por otro lado, es foco de atracción de inversores y grandes patrimonios.

Madrid concentra universidades públicas y privadas de alto nivel, escuelas de negocio, hubs de innovación y polos tecnológicos en crecimiento. Pero, además, empieza a retener a sus mejores graduados: los que antes se iban a Berlín, ahora encuentran aquí un proyecto de vida que une carrera, vivienda, ocio y red social.

Por ello, la gente no se va de Madrid. Al revés: vienen del resto de España, de Europa, de América Latina. Hay una cultura del trabajo que convive con un estilo de vida vibrante. “No me importa salir del trabajo tarde si luego hay terrazas, planes y luz en las calles”, dicen muchos jóvenes. Madrid no es solo un lugar donde se vive. Es un lugar donde se quiere vivir. Y prosperar. Seguramente, es la zona con más ‘alergia’ a conceptos como el SMI o la jornada laboral reducida. Porque esas ideas constriñen los proyectos individuales.

En cuanto al mapa físico, Madrid no se encierra en sí misma. Se expande con lógica, articulando municipios como Alcobendas, Pozuelo, San Sebastián de los Reyes o Boadilla. No es una suma caótica de suburbios, sino una red territorial de oportunidad. La región se piensa a escala metropolitana.

La solidez del modelo madrileño no está solo en lo que se ve. Está también en lo que sostiene el sistema: un nodo energético fiable, una red logística potente en el centro peninsular, una digitalización que avanza sin ruido. Esto permite escalar proyectos, acoger nuevas industrias y adaptarse a la economía del siglo XXI.

Madrid no tiene una fe ciega en lo público. Tampoco una obsesión ideológica contra él. Es una región donde lo público convive con lo mixto y lo privado, con peso creciente de este último. Y eso funciona.

No quiero extenderme sobre cada uno de los Megactivos. Sin 18. Podrían ser más… a alguien no le gustará otro. Ese es un elemento enriquecedor de debate. La Fórmula 1 todavía no había sido confirmada. Ya lo está.

Precisamente, el reto de Madrid es no caer en el conformismo. Hay que seguir adelante siempre. Dentro de poco tiempo, debe contar con más Megactivos que sumarse a la lista. Para crecer. Sin prisa, pero sin pausa. Es este modelo el garante de la prosperidad.

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SOBRE EL LIBRO

Megactivos revela cómo la capital española ha sabido conjugar libertad económica, innovación estratégica, colaboración público-privada y un espíritu desbordante para impulsar su crecimiento. A través de un recorrido fascinante, Manuel López Torrents identifica los megactivos que generan empleo, atraen inversión y refuerzan la competitividad de Madrid.

Este libro es un homenaje al ingenio, la laboriosidad y la visión de una ciudad que no deja de reinventarse. Una lectura inspiradora para quienes buscan entender las claves del desarrollo urbano, económico y cultural de una metrópoli que lidera el siglo XXI.