Las claves de la comunicación para el liderazgo
Miguel Udaondo recopila los pilares fundamentales
07/07/2020

Por: Miguel Udaondo

Autor de Comunica. Las claves de la comunicación para el liderazgo


Tengo que hacer mi presentación ante el consejo de administración. La he preparado concienzudamente, porque de su aceptación dependen mucho dinero y puestos de trabajo; sin embargo, nada más entrar en la sala, me invade una desagradable sensación de negatividad y la intuición de que me la van a rechazar. Estoy seguro de que no puede ser por mi causa, sino que probablemente se debe a algo que ha ocurrido allí antes de mi entrada… ¿Qué debo hacer?

Antes de responder, dos preguntas al respecto. La primera: ¿Qué datos concretos me han llevado a sentir ese impacto negativo?; es decir, ¿por qué he notado esa sensación?, ¿ha sido “por instinto” o por hechos y actitudes, consciente o inconscientemente observados? Tras esto, la segunda pregunta es obvia: ¿Cómo debo abordar el proceso de comunicación que está a punto de empezar, a fin de contrarrestar la potencial negatividad detectada e influir sobre la decisión que ha de tomarse y que tanto me afecta?

Estoy seguro de que, cuando leas esto, te has encontrado en alguna situación parecida o, con seguridad, te encontrarás ante otra equivalente, en algún momento. El tema es: ¿Sabes en qué fijarte y cómo modificar tu mensaje para lograr tu objetivo?

El hecho cierto es que comunicar adecuadamente en cada situación es fundamental para quien tenga una responsabilidad ante otras personas. También lo es para quien pretenda mostrar su valía, su potencial o su humanidad. Da igual si se trata de un ejecutivo, un maestro, un sanitario, un vendedor, un gestor o un consejero. En resumen: Para quien debe ejercer liderazgo. Seremos aquello que comuniquemos, a los demás y a nosotros mismos.

Si hasta aquí formulaba preguntas, sería frustrante no proporcionar algunas respuestas, aunque la brevedad de este espacio obligue a hacerlo en forma muy sintética.

De forma general y en principio, para que una comunicación tenga éxito debemos tener en cuenta dos cosas: Transmitir con precisión en función del momento, las personas y las circunstancias y, todavía más importante, escuchar correctamente. Por supuesto, escuchar significa mucho más que entender las palabras que llegan a nuestros oídos. Escuchar para comprender implica utilizar también los ojos para observar el comportamiento no verbal y el cerebro para interpretar ambos mensajes y analizar si entre ellos existe coherencia. …Y escuchar también con tu cuerpo y con tus emociones, porque con frecuencia hay otras consideraciones que debemos tener en cuenta al comunicarnos.

Tres aspectos en cuanto a qué necesitamos para mejorar nuestra comunicación:

El primero es Aprender a observar. Más allá del mero hecho de fijarse mejor, supone tomar consciencia y prestar atención a un buen número de detalles y matices a los que, quizá, antes no concedíamos suficiente importancia. Me refiero a pequeños (¡o grandes!) gestos o expresiones, así como sutiles cambios en el tono de voz, su velocidad o el modo de expresarnos.

El segundo es Saber: La comunicación, además de un arte, es una ciencia de la cual conviene entender sus principios, asimilar sus reglas, y estar al tanto de sus principales avances. Así, en cuanto a los elementos que intervienen en la comunicación, debemos conocer la importancia y el poder de las palabras en sí mismas y también la influencia de la voz, la apariencia, la expresión facial, la mirada, las posturas y los gestos, así como de la distancia interpersonal o el contacto físico.

Por otra parte, existen herramientas de comunicación que es fundamental aprender a manejar, como la asertividad, la persuasión o la negociación, así como muchas otras de extraordinario impacto, para las que todavía no se ha popularizado un nombre en castellano, como el storytelling (el arte de contar historias) o el elevator pitch (el “minuto del ascensor”).

Obviamente, el tercer elemento a considerar es Practicar. Es decir: Ensayar, observar, equivocarnos, darnos cuenta de lo que ha ocurrido y extraer nuestras conclusiones. Por cierto, lo mejor del proceso de aprendizaje es que sólo hay dos opciones: O triunfas o aprendes.

Respecto al número y la variedad de situaciones de comunicación a las que quizá debamos enfrentarnos, ningún libro puede contemplarlas todas. Lo que es claro es que debemos disponer de algunos “comodines” para la comunicación. Esto es, aprender a comunicar con empatía, con aceptación incondicional, (¡que no es en absoluto lo mismo que estar de acuerdo!), tener capacidad de negociar, posibilidad de influir, así como actuar en función del tiempo disponible, siempre teniendo en cuenta la finalidad de la comunicación.
Para concluir, me parece honesto con el lector, responder al dilema del inicio. ¿Qué ocurrió con esa presentación al consejo? Anteriormente, en situaciones parecidas me había dado resultado distribuir algún documento para hacerles cambiar de postura, forzando así un cambio en su estructura mental. Esta vez era peor: las dos partes habitualmente en conflicto, además de posturas de cierre, mostraban expresiones de ira contenida, mantenían un ominoso silencio, no se miraban entre sí y el porcentaje de “caras de no” era muy superior a la media. Demasiado. Tampoco era momento de intentar conciliar. Por ello, en esa ocasión decidí no arriesgar. Así, pesar de tenerlo todo dispuesto, presenté una excusa alegando que necesitaba confirmar determinados datos y pedí que me permitieran traer mi propuesta al siguiente consejo. En esa ocasión, el ambiente era diferente y la propuesta salió adelante.



Miguel Udaondo pone en tus manos un manual imprescindible que explica paso a paso todo aquello que debes conocer sobre comunicación verbal y no verbal y cómo transmitir tus mensajes correctamente. Puedes tener las ideas más brillantes, pero si no sabes comunicarlas de forma atractiva, persuasiva y coherente no conseguirás que logren el efecto deseado.
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